Estoy muy contenta de haberle dedicado tiempo a conocerte un poco más. En tu baptisterio vi uno de los pisos eclesiásticos que más me han cautivado. Me hubiera encantado dibujarlo, pero estoy satisfecha por haber tenido la oportunidad de poner en papel tu exterior.
Admiro mucho a los arquitectos que te hicieron. Y el coraje que tuvo quien construyó tu torre. Y me asombra al pensar en quien creyó que sería buena idea tener tanto peso en mármol sobre un campanario. Pero qué genialidad de quien pudo salvarte para darle a millones de turistas algo que patear, empujar y cargar en sus fotografías.