ando

ANEXO 1: LA REALIDAD DE LA VIDA

 
 

Por Alfredo Ríos Camarena Suárez del Real

Todos los días lo primero que hacemos en la mañana es despertar; algunos bañarnos, vestirnos, desayunar e irse a la escuela o al trabajo. La mayoría de la gente es lo que hace cada unos de sus días. Desde que se despiertan ya están pensando en trabajos o amigos, la novia, que si van a salir el viernes; es lo “normal”. Las preocupaciones se basan, hablando de adultos, en los gastos, en los hijos, en la esposa, en la casa, y los chavos, más en los exámenes, salir los viernes, estar con amigos.

 Eso ocurre todos y cada uno de los días y se repite y se repite. Hay temporadas de diferentes noticias. Hablando de adultos: elecciones, accidentes, desastres naturales. Hablando de chavos: las fiestas, me gusta otra chava, graduaciones. Todos viven bajo un protocolo y con un protocolo me refiero a un plan. Tus acciones se puede decir que ya están predeterminadas. Después de cenar tal vez un poco de tele y a dormir.

 Todos tenemos placeres y me refiero a entretenimiento, como salir a cenar, ir a fiestas, hacer deporte, alguna actividad artística, la novela. A algunos les gusta salir de viaje, a otros la fotografía, hay a quienes les gusta el deporte y se puede decir que las personas con esos gustos ponen una parte de su tiempo en ello; es algo personal, un hobby.

Vienen los cambios de estaciones, alergias, gripas o algo mas fuerte como una infección o alguna enfermedad en la que necesitas de un antibiótico para poder curarte, sea una enfermedad no tan fuerte o más fuerte que te tira en la cama dos días. Te sientes fatal, te recetan muchas medicinas, te limitan que puedes comer, necesitas reposo total, te sientes débil, mal.

 Los chavos, más que los adultos, tienen muchos “amigos”, ya que los conocen por la escuela, fiestas, convivios, cenas. Cada semana conocen a gente nueva y tienen más “amigos”. Algunos se vuelven más cercanos que otros, se ven más seguido, se encuentran en plazas o en la calle y empiezan a salir. Algunos se vuelven tus mejores amigos, tus amigos para el reventón o tus amigos para estudiar.

 Después de haber trabajado o de haber ganado su domingo, las personas compran o ahorran para algo más caro que quieran, los chavos desde unos dulces hasta una computadora o celular; los adultos tal vez una casa nueva, ropa, un coche. Se puede decir que es como su deseo, por lo que trabajan o por lo que pelean, y ya que lo compras, obtienes lo que tanto deseabas. Ahora es otra cosa, ya que tienes el celular vas por la computadora o ya que tienes el coche vas por la casa, pero siempre tienes una meta, un gran premio.

 
 
 
 
 

Pero la verdad, por mas “normal” que sea tu vida y tengas mucho dinero o no, la vida no es nada fácil. Regreso a cuando hable de lo primero que haces en la mañana. Todos damos por hecho que al abrir el closet va a haber ropa, que al abrir la llave va a haber agua, que al abrir la alacena va a haber comida. Que siempre va a haber escuela pero no, no es así. A mí la vida se me dificultó demasiado en un segundo y ésta es mi historia de la realidad de la vida. No espero que con esto se conmuevan por mí, sino que empiecen a valorar las cosas que tienen porque son muy valiosas.

 
 
 

Yo era un niño como todos, tenía una vida “normal”, hacia todo lo que la gente “normal” hacía. Me levantaba en las mañanas, seguía el protocolo; mi vida era demasiado buena. Fui afortunado ya que mi papá me pudo dar la oportunidad de irme a estudiar mi tercero de secundaria a Canadá, a Vancouver. En ese entonces tenía 15 años.

En Vancouver tuve una experiencia muy padre, conocí a muchas personas, iba a fiestas, comía diferentes cosas, conocí varias partes, salía a diferentes lugares. Con la familia que me estaba quedando no me daban bien de comer y no me llevaban a muchos lados, pero bueno, para mí estaba bien.

Yo tenía un hobby: correr. En México entrenaba para correr ochocientos metros en pista, algo un poco diferente a lo que hacía en Canadá que era Cross Country, que es correr en la montaña. Cuando corría tenía algo de dolor en la rodilla derecha el cual yo pensaba que era un ligamento que se me había desguinzado o algo por el estilo. No pensé en ir al doctor porque sabía que si iba lo único que me iba a decir es que no iba a poder correr en tantos días y como yo estaba en competencias mejor me quise ahorrar la visita.

Me preguntaban cómo es que pude haber aguantado tanto dolor, y la verdad no sé si era tanto el dolor o yo quería seguir compitiendo. Algún tiempo después fui a ver a un médico ya que mis papas me insistieron que lo hiciera. El día anterior me acuerdo haber tenido una fiesta, una total aventura, ya que la fiesta fue a las afueras de Vancouver y era ya muy de noche; me tuve que ir caminado a mi casa. Me dolió mucho la rodilla así que decidí ir al doctor al día siguiente.

El doctor me dijo que él creía que no tenía nada pero que me sacara una radiografía para estar totalmente seguros de que todo estuviera bien. El día de la radiografía, ya que me habían tomado la “foto” y me había vuelto a cambiar de una batita que me dieron a mi ropa normal, me pidieron que si me podían sacar otra más porque algo había salido mal. Ahí fue cuando supe que algo andaba mal. Se lo dije a mi mamá pero ella solo me dijo que fue un error al momento de la “foto”, entonces el martes 13 de noviembre fui a que me sacaran la radiografía. Después me pidieron que fuera a ver al doctor. Estando ahí, estando solo, antes de cualquier otro diagnóstico, me dijo: “tienes cáncer”. Mi familia de México estaba enojada de que cómo era posible que me lo dijera de esa manera, pero eso fue realmente lo que nos ayudo a movilizar las cosas.

Después de la noticia quise llorar pero no tenía lágrimas, estaba en shock. Le hablé a mi mamá esperando a que me dijera algo, ya que yo no estaba consciente de que esa notica iba a cambiar mi vida de una manera muy drástica. Pero sus palabras fueron: “…este deja le hablo a tu papá...”, y bueno me hablaron a los dos minutos y me dijeron que iban a ir a Vancouver al día siguiente. Salí del doctor y le hablé a un amigo de México que estaba en Canadá conmigo para que me viera en tal lugar. Me llamó mi abuelo y me dijo: “pase lo que pase siempre voy a estar contigo” y le llamé a mi mejor amigo, el cual estaba estudiando en Pensilvania.

Me encontré con mi amigo de Canadá y le dije que no sabía que iba a pasar conmigo, fue como un adiós. Me fui a mi casa y resulta que mi mamá canadiense ya se había enterado de todo el problema porque mi mamá había hablado con la agencia y ellos le habían contado. Lo único que mi mamá canadiense hizo en todo este proceso fue conseguirme una cita en el hospital para estudios el 15 de noviembre, un día después de que llegaron mis papas.

Recuerdo que después de eso le marqué por Skype a mi mejor amiga que estaba viviendo en Chile para decirle. Tenía una cena con mis amigos a la cual no fui. Ese día me quedé encerrado en mi cuarto desde la una de la tarde y no salí hasta al día siguiente cuando fui al hotel en el que mis papas se iban a quedar.

Se sintió bien ver a mis papas después de tres meses. Los siguientes cinco días fueron algo difíciles ya que estuvimos en el hospital la mayor parte del tiempo ya que me estaban sacando estudios para determinar si era cáncer y si tenía metástasis, eso significa ver si no se había esparcido el cáncer a alguna otra parte de mi cuerpo. Lo bueno fue que esos estudios salieron a mi favor, me dijeron que si era cáncer (todavía no era seguro), no estaba esparcido en ninguna otra parte de mi cuerpo. Es una noticia muy buena, ya que si se desarrolla metástasis es muy peligroso.

Decidimos enviarle las radiografías iniciales a dos médicos de México: mi ortopedista y a un cirujano oncólogo que era amigo de mi tío. Mi ortopedista vio las radiografías y dijo que no había ningún problema y que me quedara en Canadá. El cirujano oncólogo, con solo ver la radiografía, dijo que había un 70% de probabilidades de que fuera un tumor benigno, que no es maligno, pero que de todos modos me tenía que revisar.

 
 

Lo que me dijeron mis papas en el hospital en Canadá fue algo que marcó mi vida desde el inicio de todo esto “Es una enfermedad que no nos va a vencer como familia, es una enfermedad a la cual le vamos a ganar y es un enfermedad la cual se puede derrotar”. Esas palabras son las que tengo en la cabeza desde el día uno.

 

Regresamos a México, fuimos a hablar con el cirujano oncólogo y me dijo que había dos casos. El mejor era que fuera un tumor benigno, entonces me iban a tener que operar, rascar el tumor y rellenar el hoyo de fémur donde se supone que estaba el tumor con injerto de hueso; algo no muy complicado, y que podría estar regresando en enero a Canadá. El caso dos, en caso de que el tumor fuera maligno, era que me operaran, me quitaran la rodilla y parte del fémur para sustituirlo por una prótesis de titanio para remplazar al hueso.

Al poco tiempo me hicieron una biopsia para determinar si el tumor era benigno o maligno. Los resultados se entregaban a los diez días. Un día antes de ir por los resultados hablé con un Padre amigo de mi mamá que nos estaba hablando del Vaticano, creo que estaba ahí, y me dijo que no me preocupara por los resultados ya que él había visto que todo iba a estar bien.

Llegaron los resultados y salió que el tumor era maligno. A la semana después me iban a poner el catéter que fue una cirugía sencilla, y se supone que al día siguiente iba a empezar quimos pero se retrasó una semana. Comencé con las quimios que era internarme en el hospital por tres días, normalmente de viernes a domingo, y me tenían que sacar análisis y canalizar vía catéter. Las quimios duraban diez horas el viernes y el sábado y cuatro horas el domingo; se dividían en dos sustancias las diez horas, una de cuatro y otra de seis horas.

Me dieron cuatro quimios antes de la cirugía, me fue bastante bien en ellas. Me sentía muy agotado como cuatro días, no podía comer ni grasas ni irritantes por tres días, tenia defensas bajas justo una semana después, tenía la nariz muy reseca y perdía el apetito (más en el hospital ya que odio la comida de ahí). Fuera de los efectos que mencioné no tuve más, así que para el miércoles ya me sentía bastante bien. En este proceso baje como unos diez kilos de mi peso normal. Estando en proceso de quimios es muy complicado aumentar de peso.

Después de cuatro ciclos de quimio vino la operación. Era una operación sumamente complicada ya que me tenían que abrir la pierna, quitar la rodilla y parte del fémur y sustituirla con una prótesis de titanio. El día de la operación salí de mi cuarto a las nueve de la mañana y volví a las siete de la tarde. Fue una operación de siete horas, regresé con la pierna vendada con dos capas de algodón, tres capas de vendas y una férula.

Salí con la pierna gorda de todas las cosas que tenía. Para controlar el dolor, el cual no sentí mucho, tenía un bloqueo, anestesia y morfina. En la operación perdí mucha sangre, no porque hayan hecho un mal trabajo, sino porque el tumor tenía mucha sangre dentro de él. Me tuvieron que pasar sangre y la sangre se pasa sin ningún tipo de anestesia, así que los momentos que me pasaron sangre, que fue alrededor de tres horas, sí sentí mucho dolor. Para colmo en ese lapso de tres horas fue cuando llegar todos mis primos entonces fue un momento de gran desesperación.

Me operaron el sábado dieciséis de marzo e increíblemente salí del hospital el miércoles veinte, solo estuve cinco días en el hospital. Me pusieron cincuentaisiete grapas más aparte puntos; el tumor midió ocho centímetros.

A las dos semanas de la operación ya había vuelto a comenzar quimios, ya que me tenían que dar doce más para eliminar la posibilidad de que se me haya quedado alguna célula de cáncer.

De igual manera comencé con la rehabilitación dos semanas después de la operación para poder recuperar la sensibilidad en el pie y en la pierna que había perdido, y para poder empezar a caminar. A la rehabilitación fui una vez a la semana. Increíblemente a finales de mayo ya estaba caminando. 

Los ciclos de quimio que tuve post operatorios eran ahora tres veces al mes: dos quimios leves y una fuerte. Para las leves me pusieron una sustancia de 4 horas, me internaban los viernes y salía los sábados. Para ésta quimio necesitaba tomar cierta dosis de ácido folínico para contra arrestar los síntomas de la quimio que eran dolor al ir al baño y aftas en la boca. La quimio fuerte era de tres días, como las anteriores.

Este proceso de quimio fue un poco más pesado ya que los efectos me pegaron más. Después de la primera quimio fuerte tuve un dolor de cabeza impresionante, aftas y dolor al ir al baño bastante fuerte y me tuvieron que atrasar las quimios una semana. En quimios más adelante me dio algodoncillo, una enfermedad de la garganta, y me dio una infección muy fuerte igual de la garganta por salir cuando tenía defensas bajas.

Cuando regresé de Canadá me metí al Instituto las Águilas. ¡Qué escuela! Súper divertida, el ambiente muy relajado, divertido; las personas súper sencillas. El nivel académico era un poco más bajo que el moderno, eso me ayudó ya que quité una causa de estrés. Pero lo más increíble es el apoyo de todos los profesores y compañeros; qué ejemplo de escuela, y para estos momentos, perfecta.

Con lo mismo de las citas con los doctores y las quimios tuve varias faltas en la escuela, las cuales me hubiera gustado eliminar, pero ni modo, otra de las cosas que se sacrifican, al igual que antojos de comer, a veces no podía porque no podía comer crudos o porque no podía comer grasa o irritantes. No podía salir a playas ya que no me podía asolear y con la herida me tardé un rato en poder nadar. Yo se que son pequeños detalles pero sumándolos te estresas.

Lo más importante para una situación así es la consistencia, en mi caso con la rehabilitación: hacer los ejercicios diario, gracias a eso pude caminar tan rápido. O también tomarme mis medicinas a la hora que me tocaba, etc.…

 

En todo este proceso hubo muchas altas y bajas en mi vida, me costó mucho trabajo, hable con psicólogos, me lo guardé, llore, grite. “Amigos” que tenia de toda la vida, hermanos, se desaparecieron, después de haber tenido una amistad de más de 8 años desaparecieron sin dejar huella. Tomando en cuenta que uno de mis mejores amigos está viviendo en Estados Unidos y otra de mis mejores amigas en Chile, fue un proceso muy difícil. Se podría decir que yo consideraba hermanos a 4 personas: dos estaban fuera de México y los otros dos se fueron. No supieron cómo reaccionar y no volvieron. Me sentía completamente solo, perdido en ese momento, pero también tuve amigos, amigas, que siempre estuvieron ahí, que yo no me esperaba, que salieron de la nada, que se volvieron todo en cuestión de meses.

 
 

Lo impactante de la vida es que nosotros damos todo por hecho, que va a haber salud, dinero, comida, viajes, pero cuando se te presenta una situación como la mía hubo un tiempo en el que solo pensaba en vivir, en terminar, en poder regresar a mi vida, tan fácil que era. Para la gente, los amigos, la familia que no fueran mis papas o mi hermana, no saben lo que esto es hasta que no hay salida.  Puede que se acuerden, te manden un mensaje o te hablen, se acuerdan de ti esos diez minutos y hasta ahí.

Muchos creemos que tenemos mil amigos, que somos populares, pero pregúntate cuantos amigos se quedarían contigo o te seguirían apoyando en una situación como la mía. Mi adivinanza  de quien se quedaría conmigo no fue del todo certera; yo te puedo contar a mis verdaderos amigos con las manos. La gente no sabe reaccionar a situaciones así. Al principio yo estaba muy decepcionado y ofendido de muchas personas que no estuvieron ahí como yo pensaba, pero después me dijeron algo muy sabio: “va a estar quien tenga que estar” y sí, estuvieron los necesarios para poder seguir adelante.

Cuando vives con una enfermedad como ésta, todo el tiempo la tienes: al comer, al ir al baño, al dormir. No te puedes dar un respiro y eso es lo que más te estresa: no poder tener un break, un descanso, un recreo. Es seguir peleando, despertarse en la noche porque me sentía mal, o no poder dormir, no descansar. También se sacrifican muchas cosas, para empezar, las salidas, los viernes es mi día de quimio y no se puede mover. Hay una fiesta, quieres salir con amigos, ni modo, parte del sacrificio.

Era de lo que más me molestaba, perderme las graduaciones para prepa, las salidas con amigas, comidas con amigos; hubo veces que de la desesperación gritaba, me enojaba. Me toca semana sin quimios, todo dispuesto a salir, fiesta, comidas, y me enfermo por defensas y me tengo que quedar encerrado. Demasiada desesperación.

Toda la tensión de la situación, las quimios, las preocupaciones, siempre me tenían súper tenso de los músculos, me tenían agotado. Pero siempre lo que me recordaban doctores y mis papas era tener una actitud positiva a las cosas por más difíciles que estén, la buena actitud las hace un poco más sencillas y puedes seguir adelante y terminar con todo sin tirar la toalla. Esto no significa que no tenía mis bajas, yo lloraba, gritaba, me peleaba con mis papas. Yo estaba desesperado. Ya necesitaba terminar, es un desgaste increíble tener que tomar  los medicamentos, estarte enfermando, no poder salir. Te llega el momento de desesperación, de impotencia.

La cuestión religiosa: en el momento que hablé con el Padre amigo de mi mamá y me dijo que no me preocupara, sentí un alivio. Pero al momento en que me dieron la noticia, no te puedo decir que perdí la fe. Pero sí dudé o me enojé con Dios. Siendo hijo de una mamá católica no es que yo estuviera en contra de Dios ni nada, solo me sentí decepcionado y en esos momentos no sabía en qué creer. Así que comencé a creer en nosotros como familia, comencé a creer en que si comía sano, me cuidaba, hacía mis ejercicios, todo iba a salir bien. Y así fue como seguía luchando.

Yo no sé cómo lograba aguantar el día a día, cómo continuaba con las quimios, no lo logro entender. No sé si me di cuenta que cada vez faltaba menos o si me di cuenta que esta era mi única opción, mi única salida. No sé cómo pude con tanto estrés, no sé cómo logré “manejar” la situación. Pero lo que sí sé es que nos costó a mí, a mi mamá, a mi papá y a mi hermana mucho trabajo. Creo que la jugamos bien, que vamos por un buen camino y que así nos mantendremos hasta el final.

Pero no todo es malo ya que la situación hizo que me uniera más con mis papas, con mi hermana. He aprendido a ver las cosas de otra forma, a preocuparme más por las cosas que importan. Pude ver quiénes son las personas que valen la pena y van a estar junto a mí pase lo que pase. Aprendí que no importa lo que la gente diga de ti, ya que la mayoría de las veces lo hacen solo para hacerte sentir mal. Aprendí a valorar las cosas que tengo y a apreciar cada momento. Se va a oír muy ridículo, pero desde poder ir al baño bien, bañarme parado, caminar, porque son cosas que no pude hacer o me costaban trabajo hacer por un buen tiempo. Aprendí que esto, aparte de ser una pesadilla, es una enseñanza.

El 12 de agosto entré al Tecnológico de Monterrey, una escuela increíble, desde la tecnología que manejan, hasta las personas todas muy amables, cero mamonas. Ya había retomado mi vida “normal”. En los exámenes salí muy bien, ya tenía mi grupo de amigos al cual llamábamos los “chikos chingones”. Muy buenas personas, todas muy iguales y al mismo tiempo demasiado diferentes, personas diferentes a las de ILA o del MAS.

En el TEC puedes hacer una gran variedad de actividades, es una escuela muy exigente y al mismo tiempo muy flexible. Yo estaba muy feliz en la escuela, me ayudaron con el problema de la pierna y todo.

Cada quien tiene sus preocupaciones diferentes. Por ejemplo, a mí después de un tiempo ya no me importó si la gente me veía sin pelo o no; no es por gusto y no hay que preocuparnos por tonterías. Empecé a ver la vida de otra forma y empecé a valorarla. Una cosa que hacía era pensar que todo lo que tenía era por ley, cuando la única razón era que tenía suerte.

Mientras todo va avanzando yo sigo aprendiendo a disfrutar la vida al cien. Hay una palabra en ingles: YOLO, que significa “you only live once” (tu solo vives una vez) y eso estoy haciendo, aprovechando y defendiendo mi vida. De lo que estoy seguro es que las amistades ganadas ahorita y hace 10 meses no se van a romper, no todas son malas noticias.

Para esta fecha ya tenía una buena cantidad de pelo, cojeaba un poco, pero ya pude hasta a empezar a hacer ejercicio en el gym del TEC. Ya había empezado a ir a fiestas, mis salidas con amigos eran ya de todos los viernes. Se puede decir que ya estaba como si nada, aunque todavía me faltaba una última quimio la primera semana después de haber ingresado al TEC.

Resulta que el martes 2 de septiembre empecé con un dolor en el pecho. Me dijeron que no era nada. Me mandaron a hacer una radiografía, en la cual me tomaron la primera “foto” y cuando se supone que ya habíamos acabado me dijeron que me necesitaban tomar otra porque algo había salido mal. En ese momento supe que algo andaba mal.

Me entregaron los resultados a los dos días y resulta que no tenía nada, así que se lo comentamos al cirujano oncólogo y me pidió que me tomara otra pero ahora con contraste, que es un líquido para poder ver mejor las diferentes partes del cuerpo. En el estudio salió que tenía unos “puntitos” de metástasis del tumor anterior en los dos pulmones.

En ese momento sentí que mi vida se venía abajo, aunque de todos modos faltaba todavía hacerme un PET, que son los estudios que me hicieron en Canadá para ver si había algún tipo de metástasis. Me daban un “plan” anticipado: que me tenían que operar de ambos pulmones al mismo tiempo y que aparte de eso me tenían que dar de 6 meses a 1 año de quimios, pero también me dijeron que si tomaba la operación solo había un 30% de posibilidades de que me curara.

 

En ese momento lo primero que pasaba por mi cabeza era no hacer nada y ya dejarlo así. Me decían que si me operaba, en el peor de los casos, me iban a dar 3 años mas de vida, y que si no hacía nada, lo aproximado eran 5 meses más de vida. En ese momento creí que mi vida estaba perdida, todo lo que había recuperado: el TEC, mis amigos, mi pelo, mis fiestas, dejar el estrés, los medicamentos, todo.

 
 

Pensando bien las cosas, hablando con mi doctor, mi directora del ILA, una psicóloga del MAS, con mis papas, mis abuelos, mi tío, mi hermana, mis amigos, me di cuenta que la lucha todavía no estaba perdida. Me puse a analizar, supe que era una operación muy complicada, ya que me iban a operar los dos pulmones al mismo tiempo. Había diferentes riesgos, pero todavía era una carrera que se puede correr y que ya se tenía que ganar.

 

En los tiempos de la quimio y de la operación sabía que iba a perder muchas ventajas, pero es una lucha por la vida que valía mucho la pena pelear y la seguiré peleando con la mejor actitud posible, porque me dieron la oportunidad de ganar y la tomé. Y yo sabía que si luchaba por mi vida y ganaba, mi vida valdría la pena vivirla al máximo.

A mi mamá la vi menos triste que la vez pasada, ella bien sabía que lo iba a lograr y que no me iba a dejar rendirme una vez que eligiera luchar. A mi papá si lo noté más triste, ya le faltaba desahogarse, pero está bien porque sabía que lo iba a lograr; si no me morí hace 10 meses no me iba a morir en ese momento. Entonces era una lucha pesada pero posible y vamos con todo y más. La segunda ya es la vencida y juntos lo podríamos lograr.

Me decían que me iban a operar los dos pulmones y después me iban a dar 6 sesiones de quimios ambulatoria y gracias a eso iba a poder volver al TEC y regresar a mis actividades diarias ya que las quimios iban a durar 4 horas iban a ser 3 veces al mes los lunes.

La operación estuvo muy pesada, estuve internado dos semanas. La operación duró como 7 horas, igual que la de la rodilla. Salí de la operación y estuve dos días en terapia intensiva con sonda para hacer pipi y un tubo en la garganta para ayudarme a respirar. Tenía un ansia de arrancármelo porque no podía respirar; el tubo me cambiaba mi forma de respirar y me provocaba respirar como si acabara de correr un maratón, como agotado, muy rápido, tenía taquicardia. Aparte de eso, tenía 4 tubos que salían de mí y se conectaban a 2 pleuros que servía para mantenerlos inflados y para drenar la sangre que salía de ellos.

Mientras estaba en terapia intensiva necesitaba estar en ayuno, entonces no comí hasta dos días después; todo me lo pasaban por suero y tenía un catéter de vena que son 15 cm de largo que llega al corazón y aparte tenía otra canalizada en la arteria, la cual me dolió mucho. Cuando la enfermera me fue a canalizar me dijo “yo no veo la arteria solo la siento, te va a doler”, estaba en la arteria para poder medir la oxigenación.

En terapia intensiva estaba totalmente solo, solo podía ver a algún familiar por 30 minutos 3 veces al día. Tenía un reloj enfrente y el tiempo se me pasaba muy lento. Me operaron un lunes en la tarde como a la 1 y recuerdo haber despertado el martes a las 5 de la mañana, desde esa hora empezó mi desesperación del tiempo, del tubo, ya que no podía hablar o tragar y me tenían que estar aspirando la saliva a cada rato.

El tubo me lo quitaron el miércoles ya que necesitaba yo controlar mi respiración. Fue muy difícil lograr que me lo quitaran y me costó mucho trabajo. Yo sentía que me ahogaba, que me iba a morir; me lo quería arrancar. Desde el momento que me lo quitaron necesite oxígeno las 24 horas del día. Al principio era muy molesto ya que era la mascarilla pero ya me estuve acostumbrando. El estar en terapia intensiva o media hace que tengas electrodos pegados en el cuerpo y el dedal de oxigenación porque están conectados a la central de enfermeras para que puedan venir si algo anda mal. Y para acabarla de fregar, me dio calentura, entonces me tenían con mi batita y el aire acondicionado y yo congelándome; así estuve como 3 días.

El jueves me lograron pasar a terapia media donde ya podía tener visitas, podía comer y mi mamá ya se podía quedar a dormir conmigo. Desde que me cambiaron, diario me tomaban una placa de tórax y empecé a recibir fisioterapias ya que tenía flemas en los pulmones y las necesitaba sacar. El jueves mismo me quitaron la sonda, que fue un gran error, ya que no podía ni moverme de la cama entonces el pararme a hacer pipi era un rollo porque me tenían que ayudar.

El sábado me pasaron a piso y ya me empezaban a bajar en silla de ruedas para poder tomar mejor placa de tórax. Cuando estaba en terapia media el doctor me hizo la primera prueba que fue pinzarme un pleuro: un tubo que era para ver si ya me podían retirar uno de mis 4 tubos; yo estaba emocionado ya que la primera prueba fue a los 4 días de la operación, aunque no me quitaron el primer tubo hasta cumplir los 12 días.

Diario tenía que hacer unos ejercicios de respiración, más aparte tenía medias para que no se me coagulara la sangre, más aparte otras como compresas de aire que me apretaban la pierna cada determinado tiempo. Diario me picaban para sacarme sangre y diario me daban un inyección para que no se me coagulara la sangre. Normalmente siempre me pongo mis pants en el hospital, pero por los pleuros me tenía que quedar con la batita que me choca.

 
 
 
 

El día que me pasaron a piso fue en la noche y me pasaron a un cuarto muy lejos en el cual solo dure un día, ya que el doctor me movió a otro que le acomodaba más. Ya en piso me quitaron los electrodos y el dedal de oxigenación. Durante las dos semanas que estuve internado tuve un dolor en la espalda impresionante, tenía una bomba de morfina, más aparte otros antibióticos y relajantes musculares, aun así no la aguantaba. Los baños que me daban eran de esponja por los pleuros. No me podía acostar de lado por los tubos, ni boca abajo porque es más difícil respirar, así que siempre estaba sobre la espalda. Tuvimos muchos problemas con las enfermeras esas veces; una hasta me tiro un pleuro antes de que me quitaran los dos últimos tubos y mi mamá armó todo un desmadre. En ese momento sentí que el mundo se me venía encima.

Empecé a caminar en el hospital que fue todo un desmadre ya que solo en la caminada necesitaba a dos enfermeras agarrado los pleuros, otra el tripie, y otra a mí, entonces era algo complicado y lo tenía que hacer tres veces al día. La fisioterapia consistía en unas palmadas en la espalda para aflojar las flemas más aparte 10 minutos de nebulizaciones.

La quitada de los pleuros dolió mucho ya que tenia cinta más aparte los tenía cocidos al cuerpo. Se tardó el doctor como 30 segundos por pleuro pero era quitar puntos y cerrar. En los primeros dos yo grité y todo porque si dolía, pero ya en los últimos dos me dijo “no puedes respirar, porque si lo haces se te desinflan los pulmones y tenemos que volver a empezar”, en ese momento me puse muy nervioso porque como me operaron de los pulmones no podía aguantar bien la respiración. Al final lo logramos.

Pude salir del hospital dos semanas después de la operación. Salí en silla de ruedas. No podía mantenerme sentado, sentía que me pesaba la cabeza y no podía estar totalmente acostado tampoco; lo de las posiciones se volvió muy complicado. Me costaba mucho subir las escaleras y el caminar, en mi casa no siempre bajaba a comer. También necesité oxígeno como semana y media, pero fue mejorando.

Estuve una semana no haciendo muchas cosas de provecho porque todavía no me sentía al cien pero a la semana siguiente comencé con lo que había dejado a medias del TEC, leí, hice ejercicios y trabajos durante una semana y volví a la escuela un martes, el cual era el día de mi primera quimio. Salí del TEC y me fui a comer a mi casa. Después nos fuimos al ABC de observatorio a que me dieran la quimio, duró como 3 horas las cuales me dormí y salí perfecto de ahí.

A la mañana siguiente me desperté con un dolor de estomago horrible. No podía comer, mi mamá me estaba dando jamón y pan y de ahí no salimos, así estuve todo el miércoles y el jueves amanecí con un poco de calentura. Nos fuimos a urgencias, me estuvieron haciendo estudios, sacando sangre y resulto que primero tenía un nivel de 26 de gastritis cuando lo normal era .6 y eso significaba que ya no me podían dar más medicinas tomadas y todo iba a tener que ser por el catéter o por suero; recuerdo que esa vez me picaron 8 veces. No tenían idea de que estaban haciendo, me hicieron ultrasonidos y exámenes de orina y de sangre, cultivos, etc. y resulta que ese día era el primer día de una infección: neumonía. Me empezaron a dar antibióticos por la vena y pues obviamente mi quimio de el lunes se retrasó.

Salí el lunes del hospital, no me pudieron dar la quimio y aparte tenía que ir una enfermera 3 veces al día a ponerme un antibiótico por el catéter. Así estuvimos hasta el día jueves, ya todo iba mejor, ya caminaba, no necesitaba oxígeno, solo no estaba yendo al TEC por lo mismo de los antibióticos por la vena; no me daba tiempo. Ya no tenía muchos síntomas malos, ya me sentía bien.

El viernes me desperté como a las 4 de la mañana para ir al baño. Me bajé de la cama y me caí, no me podía levantar, había perdido mucha fuerza en las piernas. Le hablé a mi papá para que me ayudara a levantarme porque yo no podía hacerlo solo. Le hablamos al doctor y nos dijo que nos esperáramos. A las 7 de la mañana me dieron mi dosis de antibiótico por la vena y a las 8 ya estábamos en urgencias. El tiempo pasaba y yo seguía perdiendo fuerza y sensibilidad en las piernas. Otro factor fue que yo tenía muchas ganas de ir al baño pero no podía hacer, tenía la panza súper inflamada.

Llegamos a urgencias y me pusieron una sonda para hacer pipi, estuve haciendo litro y medio de todo lo que no había podido sacar de la noche anterior. Resulta que no tenía ni la fuerza para hacer pipi o popo. Me hicieron varios estudios, el más importante una resonancia magnética que es una máquina donde te acuestan, te tapan los oídos y estas como una hora adentro de un tubo. Te tienen que poner contraste por la vena y resulta que no salió nada en el estudio.

Resultó que el estudio que me habían hecho no había sido tan bueno ya que no me habían cubierto toda la espalda entonces me lo tuvieron que repetir hasta el día sábado. El sábado empezamos con unos “volos” que son unos esteroides para desinflamar el músculo porque lo que había pasado fue que el músculo me estaba apretando los nervios de la columna y eso hacía que perdiera sensibilidad y movimiento. Los “volos” pasaban por la vena y se sentía como si te quemara. Pasaban en 6 largas horas las cuales eran incomodas, aparte la sustancia hacia que me diera mucho calor entonces yo sudaba y sudaba.

El sábado se les ocurrió la gran idea de quitarme la sonda, lo cual no sirvió de nada porque seguía con los problemas de no poder ir al baño y no duré mucho antes de que me la volvieran a poner. Para que entiendan mi gran sufrimiento lo voy a poner así: a mi miembro masculino, después de diferentes votaciones resulto que lo íbamos a llamar “Roberto”, le meten y sacan la sonda por el pequeño hoyo que tiene Roberto y como se podrán imaginar no es un sentimiento muy agradable.

A la doctora se le ocurrió también darme “contumax” que es un laxante para ir al baño. Para el domingo ya no sentía nada ni podía mover las piernas ni nada debajo de las primeras costillas. La ida al baño era sentarme en una silla, “comodo”, con un hoyo como escusado, ponerme en el escusado y esperar, ya que yo no podía ni pujar ni sentir cuando quería ir al baño. A partir de esos días me la vivía en pañal y ni modo, si me hacía popo pues me tenían que ayudar a limpiarme porque no había de otra. La bañada era en la misma silla “comodo”. Era muy incómodo pero era la única forma, obviamente necesitaba ayuda de un camillero y de enfermeras. El efecto del gran “contumax” no era muy agradable ya que me tenían que cambiar varias veces al día.

Me acuerdo que el domingo estuve un buen rato con mi mejor amiga y tuve varias otras visitas. En la noche llegó mi doctor, el que me había operado las últimas dos veces. Llegó directo a mi cuarto, les pidió a mis papas que se salieran y me quede solo con él. Lo que me dijo fue que me detectaron un tumor y ese era el causante de mi inflamación en los nervios y el no sentir o poder mover. Le pregunté si mis papas ya sabían, y me dijo que no. Los demás doctores ya lo sabían desde un día antes, pero él había pedido decirme la noticia a mí.

 
 

Tiempo atrás hice un trato con él: las decisiones las iba a tomar yo, fuera de lo que mis papas dijeran y yo iba a ser el primero  en saber las noticias. En ese momento sentí que mi vida se había caído, otra vez. Estaba muy enojado, al igual que él, lo notaba en su cara. Me pedía disculpas pero yo sé que no dependía de él. Me dijo que si yo decidía, el día siguiente iba a venir una radióloga a hacerme una valoración y a comenzar con radios.

Desde que empezó a hablar yo comencé a llorar, tenía un enojo imparable, estaba destruido porque me di cuenta de una cosa: encontré mi miedo más profundo. No era morirme, no era que mi vida terminara, dejar de respirar. Mi miedo era quedar “discapacitado” o”inválido” del ombligo para abajo el resto de mi vida. Eso era lo que más me aterraba.

 

El doctor me preguntó si quería que le dijeran a mis papas, por supuesto dije que sí. Pero antes de irse me preguntó si estaba dispuesto a tomar las radios, no me tarde más de dos segundos en responder que sí, a diferencia de las quimios y la operación anterior. Ahí fue cuando supe cual era mi verdadero temor. Al momento que salió del cuarto me sentí muy diferente: cuando entró medio sentía las piernas, cuando se fue ya no sentía nada.

Me quedé solo en el cuarto, no me sentía tan mal, o al menos eso pensaba, yo sentía algo de esperanza o al menos trataba de sentirla. Lo primero que hice fue hablar con mi mejor amiga, la que estaba conmigo una hora antes. Le hable y le dije “enciérrate en tu cuarto” y empecé a llorar. Le conté justo lo que me había pasado y me dijo que íbamos a salir de esta y que me apoyaba en todo.

Después llegaron mis papas. Esa noche se quedaron los dos a dormir en el hospital. Me dijeron que me querían mucho y que se pondrían en mi lugar si tuvieran la oportunidad, es algo que siempre me dice mi mamá. Yo solo les dije que estaba bien, que sí quería tomar las radios y pues lo único que podíamos hacer era esperar. Ese día me dormí muy temprano, no supe que dijeron mis papas entre ellos, pero en ese momento sabía y siempre he sabido que tener un buen ánimo aligera las cosas y teníamos que comenzar por ahí.

Al día siguiente vino la radióloga a explicarnos el proceso.

Las radios iban a durar 10 días, iban a ser 10 sesiones; normalmente son alrededor de 30 pero me iban a poner radios fuertes. Las 30 me las iban a poner en 10 sesiones. Iban a ser 10 días seguidos menos el domingo.

El primer día era supuestamente el más tardado ya que me tenían que hacer un colchón inflable con mi silueta y me tenían que tatuar y marcar puntos exactos de donde me tenían que radiar.

En las radios lo único que me hacen es acostarme en una mesa, encima de mi colchón. Lo que yo hago es levantar los brazos y pasan o giran alrededor de mí varias tablas y es como si me sacaran una radiografía. Te alinean con unos lazers la altura y profundidad y se tardan alrededor de 10 minutos y ya, no hay efectos secundarios ni necesito suero, ni se me cae el pelo, ni nada. Pero es una gran cantidad de radiación para mi cuerpo.

El primer día fue eterno, creo que estuvimos con la radio y el colchón 3 horas. Y resultó que el segundo día, martes, fue el peor de todos, En la mañana la bañada fue todo un desastre, termine todo adolorido, me sacaron análisis, tuve un chorro de visitas, empecé con flemas, se atrasó la radio y casi me ahogo con las flemas. Se tardaron 1 hora en traer un nebulizador. No me pudieron ayudar ninguno de los 3 doctores de piso; me tuvieron que aspirar las flemas. Sentí que me moría. Aparte mi vena del “volo” se infiltró y me tuvieron que venir a picar 4 señoritas diferentes hasta que el quinto piquete fue el vencido. No me pudieron canalizar antes de la radio entonces tuve que bajar. Se tardaron 2 horas porque hubo una variación en el colchón de 6 milímetros y lo tuvieron que repetir. Bajé a la radio con el brazo hecho tamal de lo inflamado que lo traía por la infiltración. Regresé como a las nueve a mi cuarto y a esa hora me iniciaron el “volo”, el cual dura 6 horas y no pude dormir muy bien.

Empezaron las radios y regresé a mi casa el miércoles. Fue un rollo, ya que mi casa tiene como 5 pisos y el de arriba es como el más cómodo. Yo no podía mover las piernas, entonces me tuvieron que subir mi papá y  Marcos amarrado de una silla hasta el quinto piso. Mi papá pidió prestada una ambulancia para que nos ayudaran diario a ir a las radios, me ayudaran a bajar, a subir; transportarme en camilla estaba más fácil.

Así estuvimos todos los días hasta el sábado, que ni los de la ambulancia, ni Marcos, ni los radiólogos se supone que trabajaban. Los radiólogos hicieron una excepción para poder faltar el lunes que seguía para poder tomarse el puente. Llegamos al hospital y resulto que la máquina no servía, entonces ahí vamos de regreso, pero ni modo, fue un problema técnico.

El proceso de las radios o del cambio en mis piernas se podía dar desde las dos semanas terminando radios o hasta 1 año después. A la semana ya me brincaban las piernas involuntariamente. Esperaba que eso fuera bueno, aunque el tiempo de espera fuera tan largo.

Todos los días en la casa eran: necesitaba ayuda para que me cambiaran, bañaran, subieran la comida, cambiar  de posición, me dieran las medicinas. Me convertí en alguien que ya no podía ser independiente. No podía salir de mi casa, no me movía de mi cuarto. Los baños eran muy pesados: me tenía que sentar en una silla, me tenían que cargar, amarrar, las piernas eran muy complicadas.

 

Había parado el tratamiento de las quimios ya que no se pueden combinar ambas cosas. Yo normalmente tenía buena actitud, buen ánimo. Pero sí me llegaban mis puntos de explotar, de llorar, la impotencia, de no poder moverme, no poder caminar; el hecho de depender de alguien más es un sentimiento horrible. El no poder salir con mis amigos, no poder ni salir a comer con mi familia y, lo más importante, no poder pararme para hacer pipi, popo o bañarme yo solo.

No sé qué pensaba antes, no sé de qué me quejaba, no tenía ningún problema. Las quimios, pero podía caminar, podía salir, ir a la escuela… estaba muy impactado. Lo que me había pasado antes no se le comparaba al no poder moverme, al no poder caminar. Me sentía mal, como es que yo me quejaba si tenía una muy buena vida. No me la tenía que vivir en cama. Al salir no tenía problemas, eso me sigue impactando. Como no vemos las cosas hasta que no las topamos de frente.

 

Yo entendí que todo eso, la atención que se me necesitaba dar, el tiempo que me tenían que dedicar, era considerable, así que hable con mis papas y decidimos contratar a un enfermero. Un señor ya grande, no tan grande, fuerte, que me pudiera ayudar a moverme, a limpiarme, a subirme mi comida, que él estuviera aquí conmigo. El hecho de que él estuviera en mi casa ayudándome sí me pegaba, sí era algo fuerte, pero así veía la casa con menos tención, más relajada ,veía a mi mamá más tranquila y ese era un factor muy importante.

Con el tiempo la gente se iba enterado y mi versión de la historia era que se me había inflamado un músculo y por eso no podía mover las piernas ni sentir, como que no incluía la palabra CANCER, ya que eso cambia completamente el escenario. Pero como en el último año, el cual se cumplió el 13 de noviembre del 2013, no es algo que le contra al mundo y no muchas personas estaban enteradas.

En estos momentos yo veía a mi mejor amiga como a mi novia, que amaba, y a mi otra mejor amiga, que vive en Chile como a alguien que también amaba, ya que ella me había venido a visitar por tercera vez desde septiembre desde Chile. Veía a mi “novia” como dos veces a la semana y de repente aparecían amigos, otros se iban y luego volvían. Estaba duro, mi mejor amigo vivía en USA y lo pude ver 1 día por estas semanas. Y mi primo que estaba estudiando en Vancouver y creía que lo iba a poder ver hasta diciembre. Pero sin estas dos niñas, mi hermana y sin mis papas y abuelos, mi mejor amigo y mi primo, no sé si seguiría en la lucha, ellos son mis ánimos de seguir.

Lo bueno fue que pude seguir en el TEC desde mi casa, me ayudaron y me dieron chance de presentar los exámenes finales. Tuve que estudiar las presentaciones que había en internet, tuve que leer, pero me dejaron presentarlos y fue un gran alivio. Seguí hablando con algunos el TEC, con algunos del MAS, con algunos del ILA. Hay unos amigos que se cuentan con las manos que SIEMPRE van a estar ahí sin importar lo que pase, otros tal vez no siempre, pero cuando se acuerdan al menos por mí siempre tuvieron la puerta abierta.

A veces me enojaba con otras personas por no reaccionar como a mí me hubiera gustado que lo hicieran, pero fue lo primero que mi papá me dijo: “no esperes que las personas actúen como tú crees que van a actuar o vas a quedar muy desilusionado”. Aprendí a aceptar eso, a vivir al día, a no depender tanto de los demás y a enfrentar los problemas con buen ánimo. Es la única forma de salir adelante de un problema tan complicado.

Continúe estudiando para los exámenes del TEC y me dieron otra de mis quimios un martes 26 de noviembre. A los dos días, el jueves en la madrugada, tenia muchísima sed, es de lo que me acuerdo. Luego había despertado en urgencias en el ABC de Santa Fe. Estaba estable pero muy grave. No tenía fuerza, me dieron muchísimos medicamentos, me sentía súper agotado. Me dijo mi mamá que me tuvieron que bajar cargando de la casa, que salimos en ambulancia como locos hasta el hospital.

Me dijeron que estaban todos súper preocupados, me dio una crisis que algunos pensaban que ya no iba a lograr. En el hospital estuve muy mal, estuve una semana donde vino mi primo de Puebla y me ayudó con transfusiones de plaquetas y de sangre, ya que eso me da fuerzas. Estuve internado una semana hasta el jueves 5 y lo que me dijeron los doctores fue que ya no me iban a poner más quimios o tratamientos hasta enero. Lo único bueno de esta parte fue que mi primo pudo venir a verme de sorpresa desde Canadá. Fue un súper alivio para mí, porque fuera de que sea mi primo también es mi mejor amigo.

La  teoría de mi doctor, de no hacer nada hasta enero, era algo riesgoso pero era la única opción. Eso aumentaba la posibilidad de que el tumor creciera o de que se diera metástasis, pero no podía seguirme arriesgando a que después de cada quimio me diera un bajón o una crisis de ese tamaño. Entonces pues solo era tiempo de esperar a ver qué es lo que iba a ocurrir hasta enero.

 
 

La pregunta del millón: “¿porque a mí?”. Es lo que todos en mi familia nos preguntamos pero también nos hacemos esta pregunta: “¿y por qué no?”. Es una de las incógnitas de la vida, ya que mi cáncer no fue ni genético ni por alguna lesión ni nada; no hay razón. Aquí no hay más que agradecer que me puedan dar las quimios, que tengamos seguro de gastos médicos, que tengo una familia y amigos que me quieren y que siempre van a estar ahí para lo que sea.

Lo más importante es que lo que me ocurrió a mi le puede pasar a cualquiera. ¿Es una situación difícil?, sí muy difícil. ¿Es una situación estresante?, sí muy estresante. ¿Es un total cambio radical en la vida?, sí, de un día para otro y sin aviso. Pero lo más importante es que tú lo puedes vencer si tú te lo propones y si le echas ganas hasta el final.

Así que yo digo tu puedes lograr todo lo que te propones, no te tiene que importar lo que te digan los demás.  Valora cada momento de tu vida, ya que nadie esta salvado de un cambio drástico en cualquier momento.

El ya no recibir quimios es algo muy riesgoso, aumentan mucho las posibilidades de que algo me pueda ocurrir de un día para otro. Pero pensando bien las cosas, es algo que a todos les puede pasar. Lo único que quiero, si no lo logro, es expresarme y hacer saber que yo viví mi vida feliz y pude aprender a disfrutar y a valorar a los demás.